Queridas alumnas,
Quiero invitarlas a reflexionar sobre un aspecto fundamental en nuestro camino de yoga: la disciplina. En nuestra práctica diaria, a menudo nos encontramos con momentos de resistencia, de fatiga o de duda. Sin embargo, es precisamente en esos instantes difíciles donde se forja nuestra verdadera conexión con el ser esencial que llevamos dentro.
Desde la perspectiva del yoga y el Vedanta, la disciplina no es simplemente un conjunto de reglas que debemos seguir; es un arte que nos permite alinear nuestro cuerpo, mente y espíritu. La palabra sánscrita “tapas” se traduce como austeridad o disciplina, y se refiere a la práctica constante que nos purifica y nos fortalece. A través de esta disciplina, nos enfrentamos a nuestras limitaciones y aprendemos a trascenderlas.
En la tradición yoguica, se nos enseña que el camino hacia la realización personal no es lineal. Habrá días en los que la esterilla nos recibirá con brazos abiertos y otros en los que sentiremos que cada asana es una batalla. Es en esos momentos de desafío donde la disciplina se convierte en un encuentro profundamente honesto con nosotras mismas. Nos invita a observar nuestras emociones, a reconocer nuestras resistencias y a abrazar nuestra vulnerabilidad.
¿Qué significa integrar la disciplina en nuestra vida? No se trata solo de cumplir con un horario de práctica o de esforzarnos por alcanzar una postura complicada. Se trata de cultivar una relación auténtica con nuestra esencia, de escuchar las necesidades de nuestro cuerpo y mente, y de responder a ellas con amabilidad y determinación. Es un compromiso con el crecimiento personal que se manifiesta en todas las áreas de nuestra vida.
La disciplina también nos enseña a ser compasivas con nosotras mismas. En lugar de juzgarnos por los días en que no logramos practicar o en que nos sentimos desconectadas, podemos ver esos momentos como oportunidades para aprender y crecer. Cada paso en este viaje es valioso, y cada experiencia, ya sea placentera o difícil, enriquece nuestra práctica.
Aprovechemos cada oportunidad para abrazar la disciplina como una forma de amor hacia nosotras mismas. Cultivemos la paciencia y la perseverancia, permitiéndonos ser un reflejo de esa luz interior que todos poseemos. A medida que enfrentamos y navegamos por los desafíos, recordemos que cada asana, cada respiración y cada momento en la esterilla se convierte en un acto de autocompasión y autenticidad.
Al integrar la disciplina en nuestro camino de yoga, no solo honramos nuestra práctica, sino que también nos acercamos a la verdad de nuestro ser esencial. Este viaje es un llamado a la transformación, y cada uno de ustedes tiene el poder de hacer de su práctica un espacio de descubrimiento y crecimiento continuo.
Con gratitud y amor,
Issa.
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